Parte 1

Muchos años atrás cuando la homosexualidad no era aceptada ni por un tercio de la población Argentina, estaba Vanesa, una joven adolecente que sólo encerraba en su interior el dolor que provoca crecer, con sus confusiones y sus “porqués” sin respuestas.

Vanesa toda la vida supo que ella había nacido para amar a otra mujer, salía con hombres por conveniencia. Su padre… alcohólico, cada vez que llegaba a su casa no hacia más que pegarle y castigarle sin causas. Su madre… una mujer muy fina, preocupada por el que dirán, aquellas de la que no sería capaz de perdonar nada que considere ofensa a la familia.

Al otro lado de la manzana, casi atrás de la casa de Vanesa, vivía Jorgelina con sus padres, era la familia mas querida del vecindario, eran personas muy dadas, sin misterios, sin ofensas, pero lo mas hermoso era el amor que se tenían.

A diferencia de Vanesa, Jorgelina vivía en una casa muy precaria, el trabajo de su padre apenas alcanzaba para traer el pan a la mesa.

Vanesa a pesar de todo estaba enamorada de esos ojos color miel y ese pelo negro largo y ondulado. Siempre se asomaba por la ventana de su dormitorio, que quedaba en el segundo piso de su casa, y no hacia otra cosa que observar a Jorgelina.

Los días pasaban y Vanesa se enamoraba cada vez más…

Uno de esos días soleados de verano, Vanesa tomaba sol al lado de su pileta, casi que se dormía, cuando una pelota de tenis rozo su pie con suavidad, Vanesa se levantó asustada, por que no sabía que era lo que le estaba tocando, al ver una simple pelota no pudo aguantar la risa… y de fondo escuchaba una risa más; Empezó a buscar por todos lados, sin imaginar que ese grato sonido provenía de la boca que tanto deseaba…

-¿Me pasas mi pelota?- Dijo Jorgelina del otro lado del alambrado.

Vanesa asintió con su cabeza, agarró la pelota, que apropósito, estaba toda mojada y pegajosa. Se acercó a Jorgelina, sus piernas temblaban de la emoción, y no hacia otra cosa que mirar al suelo; las mariposas en el estomago eran increíbles, el corazón le llegaba a la boca.

-¿Cómo te llamas?- le pregunto Jorgelina mientras tomaba la pelota

-Vanesa…- dijo con voz temblorosa

-Ha! Mucho gusto Vanesa, soy Jorgelina. Disculpa por el inconveniente, es que estoy jugando con Dogo a quien le gusta mucho ir tras la pelota, pero esta vez se fue muy lejos- sonrió

Vanesa se quedó deslumbrada mirando tan hermosa sonrisa, estaba paralizada, no emitía sonido, apenas asintió con la cabeza y quedo observando mientras Jorgelina se alejaba del alambrado.

No entendía nada, ¿Por qué le ocurría eso?, ¿Por qué no podía decirle ni hola?, era realmente un sentimiento muy extraño lo que sentía, y estaba tratando de entender, ¿Por qué una mujer?.

Continuara…



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